Sus opiniones sobre la coalición española se suman a la postura sobre el conflicto entre Israel y Hamas; roces con Fernández y Cristina, en un año plagado de decisiones controvertidas
Si no es ahora que tengo 60, a los 70 seré Presidente”. Corre enero de 2011 y un relajado Felipe Solá suelta esa frase, en un bar céntrico de Pinamar. Más de una década después, el contexto es otro y su llegada a la Casa Rosada no se concretó, pero el exgobernador bonaerense y hoy canciller sigue siendo un actor trascendente de la política local, aunque sus opiniones y posturas “políticas” en el mundo de la diplomacia han generado polémicas y rechazo de propios y ajenos, en los 17 meses que lleva en el palacio de la calle Arenales.
“España es mucho más importante [que Portugal], pero está débil. No es la España de hace un año, por la derrota en Madrid y porque se rompió la coalición”, dijo el canciller en medio de la gira presidencial por Europa. La declaración, horas antes de la llegada de la delegación a Madrid, levantó polvareda y las críticas de opositores que lo acusaron de “meterse en la interna de otro país” con críticas al oficialismo ibérico que encabeza Pedro Sánchez. Incluso mencionó que se había roto la coalición entre el socialismo y Unidas Podemos, algo que no ocurrió. Desde la Cancillería aseguran que no generó mayores complicaciones con el estado anfitrión. “Con la canciller española Arancha González se consensuó un comunicado conjunto, y no hubo referencias al tema”, contestan desde la sede diplomática.
El comunicado de la cancillería que condena “el uso desmedido de la fuerza” de Israel en medio de su combate contra la organización terrorista Hamas, que tiene sede en la franja de Gaza, también generó críticas y motivó una queja diplomática, en este caso del gobierno de Benjamin Netanyahu, a quien Fernández y Solá visitaron en enero de 2020.
“Lo vemos con preocupación y no expresa las buenas relaciones que existen entre nuestros países”, dijo la embajadora israelí Galit Ronen a distintos medios en las últimas horas. “Desde la secretaría de relaciones internacionales de Pro condenamos los actos terroristas perpetrados desde la Franja de Gaza y rechazamos todo acto que signifique una escalada de violencia”, escribió el exsecretario de Asuntos Estratégicos, Fulvio Pompeo, con un estilo opuesto a la “omisión” respecto de Hamas (financiado por Irán, acusado de perpetrar los atentados terroristas contra la AMIA y la embajada de Israel en Buenos Aires) en el comunicado oficial. “Decimos lo mismo que dice la ONU. Algunos no leen todo el comunicado”, retruca un defensor del canciller.
La divulgación de una conversación privada virtual del Presidente con su par norteamericano Joe Biden -que le valió la frialdad de Fernández durante meses- y su desafiante respuesta al diputado del Frente para la Victoria que le pidió la renuncia por “faltarle el respeto” a Cristina Kirchner también son parte de un carácter muchas veces explosivo con más de político que de diplomático, según reconocen en los despachos oficiales. “Chanta, versero, berreta. Buscá tu minuto de gloria laburando”, le dijo Solá al también kirchnerista Nicolás Rodríguez Saá, quien lo había criticado después de que Solá dijo: “No me vendría mal otro laburo, pero ahora no tengo tiempo”, en alusión al pedido de “buscarse otro laburo” a los funcionarios que no defiendan al Gobierno, lanzado por la vicepresidenta en un acto público.
El caso Colombia
Más allá de estos casos puntuales, la política exterior del gobierno de Alberto Fernández viene recibiendo críticas de propios y extraños. “Con preocupación observo la represión desatada sobre la protesta social en Colombia”, tuiteó el Presidente la semana pasada, antes de recibir una dura respuesta del gobierno de Iván Duque, quien lo acusó de “no contribuir a la convivencia” y “alimentar la polarización” en el país sudamericano. Se suma a los roces con Uruguay por la flexibilización del Mercosur y con el Brasil de Jair Bolsonaro, presidente del principal socio comercial argentino, con quien Fernández no se ha visto de manera personal desde que asumiera la presidencia. El explícito apoyo a Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, al Frente Amplio en Uruguay o a Marco Henriquez Ominami en Chile trajo roces con los gobiernos de esos países, al igual que los apoyos a Veronika Mendoza en Perú y Andrés Arauz en Ecuador, ambos derrotados en las recientes elecciones en esos países.
La Cancillería cosechó incluso un enojo de Venezuela, a quien la Argentina “defendió” con su sonora salida del Grupo de Lima. “De Venezuela decimos lo que dice [Michelle] Bachelet”, dijo Solá en relación con las violaciones a los derechos humanos registrados por el informe de la expresidenta chilena como alta comisionada de la ONU. “El destino de la patria grande lo deciden los pueblos, no los presidentes o cancilleres tibios”, le contestó el número dos del gobierno chavista, Diosdado Cabello. “Fuego amigo” con el que coinciden los miembros del Espacio Puebla, que critican a Solá por las razones opuestas a las de Juntos por el Cambio y los detractores de la política exterior de Fernández ejecutada por el canciller.