Mientras retribuía con una sonrisa de oreja a oreja los aplausos de diputados y senadores, Mauricio Macri tomó a Gabriela Michetti de la mano y le levantó el brazo izquierdo hacia el cielo. Entonces los aplausos se intensificaron, algunos legisladores alzaron las palmas por encima de sus cabezas, y desde las galerías bajó sin estridencias la arenga que acompañó la campaña de Cambiemos: «¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!» Fue el momento más emotivo de la ceremonia.
Menos de media hora como presidente le bastó a Macri para exhibir el contraste de estilo que lo distinguirá de su antecesora. El tono y la duración de su discurso, y la reacción de los que lo escucharon en las bancas y en las galerías fue la contracara de lo que generaban Cristina Kirchner y su tribuna de seguidores. Durante su paso por el Congreso, el Presidente hizo un culto de la moderación y la sobriedad.
Hasta tal punto que, para algunos kirchneristas, a la ceremonia le faltó temperatura. «¿Viste? ¡Nosotros éramos más divertidos! Nos van a extrañar», le comentó, cómplice, la senadora María Laura Leguizamón a la prosecretaria de la Cámara de Diputados, Marta Luchetta, que ordenaba los papeles en el estrado, apenas Macri había abandonado el lugar. El Presidente se encargaría de romper el protocolo sólo unos minutos más tarde, en el balcón de la Casa Rosada.
Pero a las 12.15, cuando partió en dirección a la Plaza de Mayo, el recinto de la Cámara baja estaba casi tan limpio como antes de empezar. En el suelo no había un solo papel. Los invitados bajaban por las escaleras hacia la salida en forma ordenada. Nadie cantaba. Ya no había aplausos. Las muestras de alegría se concentraban en el pasillo que conduce al Salón de los Pasos Perdidos, donde los diputados que jurarían a la tarde como ministros se despedían a los abrazos de sus compañeros.
Por ahí pasaron las caras más conocidas de los palcos. Hugo Moyano, Gerónimo Venegas y Julio Piumato compartieron uno en el primer piso, a la derecha de Macri. Más en el centro se ubicó el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo. También estaban el ex vicepresidente Carlos «Chacho» Álvarez, el empresario de medios Sergio Szpolski y el empresario Juan Carlos Blumberg. También Alicia Blanco de Villegas, la madre del Presidente, que se ubicó en el palco del centro del recinto, junto con la primera dama y Antonia, la hija de ambos.
Las figuras más taquilleras se ubicaron en los palcos pegados al estrado. A la izquierda de Macri estaban el rey emérito de España, Juan Carlos I, y los presidentes de la región: Tabaré Vázquez, Ollanta Humala, Rafael Correa, Evo Morales, Michelle Bachelet y Juan Manuel Santos. En un palco contiguo se ubicaron los gobernadores, con Daniel Scioli, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal en la primera fila. Del otro lado estaban, en un mismo palco, los jueces de la Corte Ricardo Lorenzetti, Juan Carlos Maqueda y Elena Highton, y los ex presidentes Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Ramón Puerta. A un costado, los ministros del nuevo gobierno.
Durante la espera dio la sensación de que Lino Barañao, miembro del gabinete de Cristina Kirchner, todavía no se integró a sus nuevos compañeros. No hablaba con nadie y miraba para arriba, mientras a unos centímetros, Esteban Bullrich se animaba a una selfie con Pablo Avelluto.
La tensión que se vivió en las horas previas al traspaso sólo se plasmó en la ceremonia con la ausencia de la mayoría de los legisladores del Frente para la Victoria. Alrededor de un cuarto de las bancas quedó vacío. El recinto fue de Cambiemos. Con un vestido oscuro de seda y un collar de perlas, Elisa Carrió siguió el discurso con el puño en el mentón y arrancó la ola de aplausos cuando Macri prometió «limpiar a la Justicia de los vicios de la política».
Con todas las invitaciones a disposición del nuevo gobierno, en las galerías primó la concordia y el respeto al protocolo. No había banderas. Por los aplausos, Macri sólo debió hacer breves pausas a su discurso, impreso en hojas tamaño carta, con subtítulos y negritas, que iba arrancando a medida que las leía. Pero nunca se detuvo por más de 10 segundos. Todo fue tan tranquilo que el Presidente se fue antes de lo previsto. El tiempo le bastó para dejar su sello.
Los candidatos, presentes
Mauricio Macri nombró en su discurso a sus ex competidores. Cuando mencionó a Daniel Scioli, Horacio Rodríguez Larreta, a su lado, lo palmeó en la pierna. Nombró a Sergio Massa y a Margarita Stolbizer, aplaudidos. Se guardó para el final a «El Adolfo» Rodríguez Saá y a Nicolás del Caño, el único ausente.
fuente LA NACIÓN