En grandes bloques de telgopor va tomando forma una escultura que terminará de ser forjada en bronce para, en principio, su instalación en algún rincón porteño. La obra atraviesa su etapa inicial con la fabricación de la matriz de la cabeza, en la que luego se definirán los rasgos humanos. A medida que avanza la confección de esos detalles, comienza a crecer una polémica que recuerda al escándalo del reemplazo de Cristóbal Colón por Juana Azurduy.
Se trata del Monumento a la Mujer Originaria, que está construyendo en un galpón de la ex ESMA el mismo grupo de artistas que realizó allí el homenaje a la líder bolivariana, aunque en esta oportunidad en forma autogestionada. Mientras ya cuentan con donaciones del 95% del bronce necesario, entre llaves, placas y canillas que esperan en varios tambores, el cambio de autoridades en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación plantea un nuevo escenario, que podría conducir a la interrupción del proyecto.
«Tienen que desalojar el galpón porque hay un vicio en la ocupación. Allí no se realiza una actividad que haga a la misión del Espacio para la Memoria», explicó el nuevo responsable de la dependencia, Claudio Avruj, a LA NACION.
El plan inicial, que nació en 2009, era donar el monumento al estado porteño para que decidiera dónde emplazarlo. Desde entonces, la propuesta recibió el apoyo de legisladores de varios partidos, ministerios y diversas áreas de los gobiernos nacional y de la ciudad.
«Quizá Buenos Aires no sea el lugar más representativo de los pueblos originarios, pero seguramente es el sitio donde mayor visibilidad tendrá si le queremos dar un fin comunicacional», explicó a LA NACION Andrés Zerneri, impregnado de pequeñas bolitas de telgopor, en medio del galpón conocido como «el de la Mujer Originaria».
Zerneri fue también el creador del monumento de Azurduy encargado por el presidente de Bolivia, Evo Morales, para luego donarlo al Estado argentino. El proceso artístico fue acompañado por una batalla jurídica y legal que terminó con el monumento a Colón desguazado y arrumbado en partes en la Costanera Norte.
La confección de la estatua de la Mujer Originaria no requiere dinero ni subsidios públicos. Los materiales se gestionaron a través de sindicatos y otras agrupaciones. Y el bronce fue recolectado en 23 provincias por el Movimiento Memoria y Organización (MMO), que integran artistas, comunicadores, referentes de pueblos originarios y productores audiovisuales que se movilizan sin recibir dinero a cambio.
«Hablamos con referentes de los pueblos originarios para saber los rastros, vestimenta y hacia dónde tiene que mirar la mujer que los represente. Será una mujer de unos 80 años, porque la intención es mostrar la hermosura y la sabiduría desde esa edad. Una mujer muy bella y sabia», contó Zerneri. La escultura no tendrá pedestal porque el concepto que se busca es mostrar una mujer cercana, real, simple y familiar.
Segundo capítulo
Luego de la polémica por la remoción de Colón y su reemplazo por Azurduy, el conflicto rodea ahora al Monumento a la Mujer Originaria. Todo indica que no les será fácil a los artistas encontrar un lugar donde instalar la obra una vez que esté terminada. Y tampoco culminarla sin antes atravesar el desalojo del espacio donde cuentan con toda la materia prima y las herramientas necesarias para la obra.
La administración de los espacios que integran el predio donde funcionaba la ex ESMA le corresponde al Ente Espacio para la Memoria, integrado por los gobiernos de la Nación, de la ciudad y los agrupaciones de derechos humanos. Dicho órgano tripartito determina los usos de todas las instalaciones. «La ocupación [del galpón de la Mujer Originaria] no fue autorizada ni consensuada por el ente. Les fue entregada a los artistas por [Oscar] Parrilli cuando era secretario general de la Presidencia», profundizó Avruj.
Para Zerneri, se trata de una provocación sin fundamentos. «Estamos en el mismo lugar desde hace cinco años por una autorización de la Nación, la Ciudad y la Secretaría de Derechos Humanos -respondió-. Pensamos que se convirtió en un punto de encuentro de la identidad de los pueblos originarios y es una forma de defender sus derechos.» Se estima que unas 600.000 personas se reconocen pertenecientes o descendientes en primera generación de pueblos indígenas en todo el país.
El Monumento a la Mujer Originaria, que crece debajo de la enorme grúa previamente utilizada para mover las piezas del monumento a Azurduy, estaría terminada en aproximadamente un año, aunque nadie puede asegurar dónde. Los artistas anuncian que resistirán el intento de desalojo, mientras las nuevas autoridades advierten que ese espacio debería ser destinado a otras entidades que arribarán al predio, como el Inadi, Unicef, el Ministerio de Medio Ambiente de la Nación y la Subsecretaría de Derechos Humanos de la ciudad. La polémica acaba de empezar.
Hay 600.000 descendientes de indígenas
El Monumento a la Mujer Originaria nació para rendir tributo a los casi 39 pueblos originarios distribuidos por toda la Argentina, con mayor presencia en el norte del país. Según un informe del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) de 2005, los últimos datos disponibles, unas 600.000 personas se reconocen pertenecientes o descendientes en primera generación de pueblos indígenas, que hablan unas 20 lenguas.
La comunidad mapuche, con 114.000 integrantes, es la más grande del país. Se encuentran en las provincias de Buenos Aires, Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén y Mendoza. Los pueblos kolla (Salta y Jujuy) y toba (Formosa, Chaco, Santa Fe y Buenos Aires), con 70.000 integrantes cada uno, se ubican por detrás. Los de menor población son los pueblos quechua (Jujuy), chulupí (Salta), sanavirón (Santiago del Estero y Córdoba), tapiete (Salta) y maimará (Jujuy), con menos de 500 habitantes por comunidad.
Según el informe del INAI, las lenguas pilagá, wichí y chorote son las más utilizadas. Mientras que las menos habladas o entendidas son las huarpe, rankulche, diaguita y tehuelche.
fuente LA NACIÓN