Una oficina toda blanca, sin ventanas ni cuadros. Un escritorio impoluto. Dos sillas y una computadora con cables sueltos. Ahí los aguarda una mujer con un cuestionario cuidadosamente preparado. Nada más. ¿Qué objetivo persigue ella? Exponer al mentiroso…
No habrá excepciones, todos deberán pasar al menos una vez por año por el detector de mentiras. La negativa será causal de sumario y el principio del final de la carrera en el submundo de los espías. La Agencia Federal de Inteligencia (AFI) comenzó hace una semana a utilizar la «máquina de la verdad» para identificar posibles irregularidades en el proceder de los espías. Así, la depuración que puso en marcha el Gobierno desde que asumió en la ex SIDE sumó un nuevo elemento, el polígrafo, para revisar el comportamiento de los 1700 integrantes de «la Casa».
Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, director y subdirectora de la AFI, se decidieron por la utilización del polígrafo para identificar agentes en falta. Según indicaron fuentes del sector a LA NACION, el grado de efectividad del detector de mentiras es del 87%. Y si bien no se trata de algo vinculante, fallar en la prueba será casi una sentencia de salida de la AFI o, al menos, de relocalización.
Incluso, tampoco es obligatorio -salvo para la primera camada de agentes que ingresó en la AFI hace unos días-, pero esquivar el detector de mentiras equivaldría a una confesión. «Si se niegan es porque algo esconden», razonaron fuentes oficiales ante LA NACION.
No hay un listado armado a priori, sino que todos serán citados al menos una vez al año. Sobre los espías que haya dudas o sospechas de que «andan en algo raro» se repetirá las veces que sea necesario. Y, como el doping en el fútbol, será aleatorio.
La conducción de la AFI busca «profesionalizar» a los agentes y avanzar con la purga que pusieron en marcha desde que asumieron. Esto también forma parte del plan para acelerar la partida de los «viejos espías». Arribas, conocido como el «Señor 5», desconfía de la «vieja estructura», que está enquistada desde hace al menos dos décadas y por eso quiere «jubilar» a los agentes que tengan más de 20 años de servicio. El detector de mentiras es un instrumento más para lograr el objetivo.
El polígrafo -utilizado por las principales agencias de inteligencia del mundo- mide el pulso, la respiración, la humedad de la piel, la presión sanguínea y otros cambios en el organismo. Aquellos espías que accedan al test serán conectados a la máquina y deberán responder una serie de preguntas.
«El fundamento del detector es que ante el interrogatorio de una autoridad se produce una descarga emocional mediada por el sistema nervioso autónomo. El estrés es la relación entre la amenaza, en este caso las preguntas, y la modalidad de las respuestas. Esos cambios biológicos pueden ser detectados», explicó Daniel López Rosetti, jefe de Servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central de San Isidro.
Cuando una persona miente, según el especialista, se produce una serie de manifestaciones: aumento de la frecuencia cardíaca y la respiración, aumento de la presión arterial, aumento de la conductividad eléctrica de la piel -por la mayor transpiración- y la dilatación de la pupila, entre otras cuestiones. «Lo que registra el equipo es en definitiva la reacción de estrés agudo frente a la necesidad de mentir en un interrogatorio», describió López Rosetti.
La puesta en marcha del detector de mentiras es otro capítulo en la lucha interna que están dando Arribas y Majdalani. El espionaje continúa convulsionado y las operaciones de inteligencia se suceden sin control.
Como publicó LA NACION hace tres semanas, la conducción de la AFI decidió crear la Dirección de Asuntos Internos para investigar de dónde surge el flujo de información que buena parte de la agencia cree que sale sin autorización. Además, renovaron a los integrantes del departamento de sumarios.
La repetición de casos provocó, en gran medida, las reformas. Los últimos episodios que generaron una preocupación extra fueron la denuncia anónima que vinculaba a Juan José Gómez Centurión, titular de la Aduana, con contrabando; el hackeo a correos electrónicos de periodistas, y las supuestas oficinas desde las que interceptaban llamadas telefónicas y mensajes en un edificio situado en la esquina de Avenida del Libertador y Jorge Newbery, en el barrio de Palermo.
Todo es materia de investigación interna. Por eso, los responsables políticos de la ex SIDE decidieron usar la «máquina de la verdad», para ayudar a «esclarecer» estos hechos.
Además, ya se incorporó la primera camada de espías de la nueva gestión; son unos 32 agentes, reclutados en universidades públicas y privadas. Muchos de ellos serán utilizados en la misión destinada a investigar a los viejos espías. El objetivo es que entre 70 y 100 nuevos agentes reemplacen a los espías de la vieja guardia por año.
fuente LA NACIÒN