Podría llamarse «el efecto Pepsico». La preocupación por la situación del empleo en algunos sectores, como el industrial, y su repercusión mediática calaron hondo en el Gobierno. Tanto es así que, pese al optimismo público por algunos números agregados, los funcionarios del Ministerio de Trabajo buscaron ayer responder a las críticas de la oposición con su propio discurso. Eso sí. con datos.
«Entre marzo de 2016 y marzo de 2017, más de 500 empresas han aumentado su dotación en más de 100 trabajadores, número similar a la cantidad de empresas que han disminuido su dotación en más de 100 trabajadores», explicaba ayer un slide de un powerpoint mostrado -pero no difundido- a los periodistas que asistieron a la clásica reunión que la cartera de Jorge Triaca realiza todos los últimos miércoles de cada mes para explicar la situación del mercado laboral que no contempla a los trabajadores informales.
Esa situación no es para festejar. En el primer cuatrimestre del año, según datos oficiales en términos desestacionalizados, se sumaron 24.000 trabajadores privados registrados en un universo de casi 6,2 millones de empleados. Se trata de un exiguo crecimiento de 0,4%, al mismo ritmo de la economía.
Más allá del estancamiento en la creación de empleo, en el Gobierno resaltaron que ya no se pierden trabajos -como si ocurrió en el primer semestre de 2016- y que las expectativas de contratación muestran una mejora para la segunda parte de este año, impulsadas sobre todo por el sector de la construcción.
Además, según estimaron los técnicos de Trabajo, en estos primeros meses del año el crecimiento del salario real muestra un alza cercana al 2% (si se deflacta con un índice nacional ponderado con los IPC de Córdoba, San Luis y la ciudad de Buenos Aires), lo que comenzaría a impulsar levemente el consumo interno.
Hoarding, dijo el subsecretario de Estadísticas, Estudios y Políticas Laborales del Ministerio de Trabajo, José Anchorena, y lo deletreó. Fue para explicar qué pasa con el trabajo en la Argentina. «El crecimiento del empleo es tibio. Lo que pasó es que cuando cayó el producto, el empleo no bajó mucho, pero cuando se recupera el PBI, como ahora, el empleo tampoco acompaña tanto», describió Anchorena. Lo que el hoarding significa es algo así como la «retención de empleo» y es lo que las empresas hacen cuando no despiden. Esos empleados son luego capacidad ociosa recuperada en mejores tiempos, por eso la firma no contrata con más actividad.
En ese sentido, los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) mostraron en abril una mejora anual de 0,1% interanual en el empleo privado registrado, el segundo dato positivo en un año (se sumaron 5000 personas más). En el mes hubo 50.000 trabajadores menos en la medición con estacionalidad, producto del fin de la cosecha de verano (algo que sucede todos los años), mientras que en la medida desestacionalizada, la variación fue de 0% (1500 trabajadores menos). El sector que más impulso generó fue la construcción (+0,8% mensual), mientras que la industria, el que más emplea, cayó 0,2 %.
El trabajo total (incluye el público, monotributistas, autónomos, entre otros) sumó 138.100 trabajadores en un año (+1,2%). En la medida desestacionalizada creció sólo 0,1 %. La mayor expansión volvió a darse entre los monotributistas del sector privado, que se expandieron 0,2% en el mes y 4,6% en el año. Para Trabajo se trata de un efecto de la elevación de los topes que hizo caer a autónomos al campo de los monotributistas. A eso se suman aquellos que entran en el régimen simplificado para recibir la AUH. «Un dato positivo es que el trabajo que más creció en el primer cuatrimestre es el asalariado privado», remarcó Anchorena. En abril, el empleo público avanzó 1,1% interanual.
La Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) de mayo estimó una mejora de 0,5% para ese mes impulsada por la construcción (+1,7%), sobre todo en el interior. La contratación neta de empleo tuvo un alza mensual de 7,8%, un «considerable aumento», destacó el informe. Pero el 85,3% todavía no prevé cambios en el próximo trimestre.
fuente LA NACION