Con la confluencia de sectores sindicales que hasta hace poco reaccionaban de manera dispersa, la CGT activó ayer la cuarta huelga general en contra de la gestión de Mauricio Macri para presionar por un cambio del rumbo económico y rechazar el pacto entre el Gobierno y Fondo Monetario Internacional (FMI).
Los gremios, desde los duros hasta los más dispuestos a negociar con la Casa Rosada, se preguntan ahora si lo de ayer fue el punto de partida de una escalada de conflictos. «Si no hay plan B, no va a haber tregua», desafió Juan Carlos Schmid , uno de los integrantes del triunvirato de mando de la CGT.
En el Gobierno vincularon la protesta a fines político-partidarios. También a la pelea interna entre los sindicalistas por el control de la CGT, aunque hubo un especial cuidado en no confrontar con los gremios como en otras oportunidades. La abrupta salida de Luis Caputo como titular del Banco Central fue quizá lo que motivó el cambio de estrategia, en otra jornada de nerviosismo y tensión en los despachos oficiales.
Sin justificar a los impulsores de la protesta, el secretario de Trabajo, Jorge Triaca , fue uno de los pocos funcionarios que reconocieron los coletazos de la devaluación del peso, y habló ligeramente ante LA NACION sobre «las dificultades de los últimos meses». Macri, desde Nueva York, dijo que el paro «no contribuyó en nada» y pidió «extremar el diálogo». Fue su única referencia.
En un contexto de dispersión, la CGT logró en definitiva reunir al sindicalismo bajo un mismo techo de reclamos. La huelga fue convocada para exigir una suerte de pacto antidespidos en los sectores público y privado; negociar paritarias «mes a mes» ante la inflación y la caída del peso; pedir que las tarifas de los servicios públicos no se actualicen con el dólar como referencia, y rechazar las exigencias de ajuste trazadas por el FMI.
A pesar de la contundencia de la protesta, desde la Casa Rosada advirtieron que difícilmente habrá cambios en su hoja de ruta económica, más allá de habilitar la reapertura de paritarias de manera sectorial. «Mantendremos el diálogo con aquellos sectores democráticos que plantean las cosas más claras», dijo Dante Sica , ministro de la Producción y Trabajo. Diferenció así a sus futuros interlocutores, entre los que incluirá solo a los grupos más cercanos al oficialismo, como «los Gordos» o los autodenominados «independientes».
No hay visos de una salida del conflicto y tampoco hay certezas de una cumbre entre el Gobierno y la CGT en el corto plazo. En ambas orillas se sintió el cimbronazo por la salida de Caputo. En el oficialismo se postergó el acercamiento a los sindicatos a la espera del regreso de Macri de su viaje oficial. Mientras que los gremialistas distinguieron la mano del FMI en la dimisión del funcionario. «Es el fracaso de los que manejan la economía», dijo un sindicalista.
Desde la madrugada de ayer, y durante casi todo el día, las calles de las principales ciudades del país estuvieron despobladas, como si fuera un feriado. Hubo altos índices de ausentismo en fábricas, empresas y escuelas debido a la adhesión total de los sindicatos del transporte público de pasajeros, que fueron, en definitiva, el músculo más vigoroso para garantizar el alto acatamiento de la medida de fuerza (solo en los taxis se vieron disparidades).
La izquierda sindical buscó capitalizar con cortes de rutas y calles la huelga convocada por la CGT. Visibilizó su descontento con la política oficial y con el FMI al bloquear de manera parcial los accesos de las grandes urbes. Repitió el mismo mecanismo de protesta ayer y anteayer, cuando sumó militantes al acto de las vertientes de la CTA en la Plaza de Mayo.
La CGT prevé darle algo de oxígeno al Gobierno antes de definir nuevas protestas, aunque en su cúpula no descartan otra huelga antes de fin de año.
Los gremios más duros, en cambio, reforzarán su alianza con los legisladores de la oposición para intentar tumbar el proyecto de presupuesto que se debatirá en el Congreso el mes que viene. Para el día del debate prevén una gran movilización e irán el 20 de octubre a Luján a un acto de protesta que contará con el aval de la Iglesia bajo la consigna «paz, pan y trabajo».
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