La reunión, de algo más de media hora, estuvo marcada por la cordialidad y culminó con una oración final «en favor» de la Argentina.
Pero el encuentro que el presidente Mauricio Macri protagonizó ayer con los directivos de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera), encabezada por los pastores Rubén Proietti y Jorge Sennewald, llega en pleno proceso electoral y con la Casa Rosada empeñada en ofrecer gestos de acercamiento con los «celestes».
Se trata de un sector que promovió multitudinarias marchas contra el aborto y más de una vez mostró su enojo con el Gobierno por haber «impulsado» el debate de la despenalización en el Congreso.
Según participantes del encuentro, el aborto no fue tema de conversación en la reunión en el despacho presidencial, de la que también participaron el canciller Jorge Faurie y el secretario de Culto, Alfredo Abriani. «No hizo falta, porque ellos saben que el Presidente está en contra del aborto y ya lo ha expresado», contaron cerca del primer mandatario.
Abordaron, entre otros temas, la creciente situación de pobreza. «Angustia y esperanza» es el título del documento entregado por los líderes evangélicos al propio Macri, quien les detalló las recientes medidas para «aliviar el bolsillo» de los afectados por la inflación y la brusca devaluación del peso.
«Coincidimos en que hay una situación delicada, pero estuvimos de acuerdo en que el Gobierno tomó medidas para paliar los efectos de la crisis y ellos estuvieron de acuerdo», afirmó otra fuente oficial, que recordó que el Presidente recibió la semana pasada al Episcopado, con el mismo tono dialoguista.
La delegación de Aciera agradeció la reciente inclusión del programa Buenas noticias, de la Iglesia Evangélica, en la grilla de la TV pública. «Otros cultos ya tenían sus espacios. La idea era dar lugar a todas las voces», explicaron en el Gobierno, y relativizaron que el programa, que se emite los sábados por la mañana, representara una medida con «tinte» electoralista.
De todos modos, en el comando electoral nacional del oficialismo conocen los números, que hablan de un 13% de la población de fe evangélica. «Son muchos, y no todos votaron a [Juan José] Gómez Centurión», se atajaron. En el primer piso de la Casa Rosada trabajan para seducir al sector «celeste», que incluye a feligreses de distintos credos y son considerados «difíciles de disuadir» por sus posturas contra el aborto.
En la ciudad de Buenos Aires, por caso, las dificultades son mayores, porque los candidatos de Juntos por el Cambio al Senado (Martín Lousteau y Guadalupe Tagliaferri) respaldan la interrupción voluntaria del embarazo y la no penalización. «Pero es un espacio que se puede reconquistar», afirmó a LA NACION uno de los responsables de la campaña nacional. Las «reuniones cara a cara» y la visibilización de candidatos evangélicos que están «al borde» de ser elegidos, como Gabriel Braida (número 15 en las listas de Cambiemos en la provincia) y Dina Rezinovsky (candidata 8 en Capital), son dos de las estrategias de acercamiento. La tercera, y no menos importante, será apelar al «voto útil» y convencer en octubre a los votantes «testimoniales» de Gómez Centurión.
«Tranquilidad a la clase media»
«Cada medida que tomamos busca llevar tranquilidad a las familias, en especial a la clase media», dijo el presidente Mauricio Macri al disertar en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, donde fue recibido por su titular, Gabriela Russo, la primera mujer en conducir la institución.
«A la Argentina le faltaba un gobierno que trabajara en serio para nuestro futuro en el mediano y largo plazo. Aunque los frutos de este trabajo se vean después de años», dijo Macri. Al reivindicar su gestión, insistió en que «estas obras son mucho más que cemento, ladrillos o pavimento: son los cimientos, de esa Argentina fuerte que todos queremos». Y agregó: «Respetándonos, sin violencia, sin agresiones, estas grietas atrasan. Hacen sembrar lo peor en la sociedad, que es le miedo. Que paraliza y no deja crecer. Hay que poner a los argentinos por encima de todas las cosas».
fuente LA NACION