Acá estoy, de guardia pasiva», bromea Emilio Monzó por estas horas cuando lo consultan sobre su presente, sin actividad en la Cámara de Diputados y con nula participación en la campaña electoral que derivará en las elecciones generales del domingo 27.
La ironía del presidente de la Cámara baja se traslada a su tropa en ámbitos como el propio Congreso, los gobiernos nacional y porteño, y la Legislatura bonaerense. En todos ellos, su continuidad y la de sus referentes en el espacio de Juntos por el Cambio más allá de diciembre parece condicionada por la presencia -o ausencia- de algunas figuras con las que la relación pareciera no tener retorno, mientras viejos conocidos -hoy cercanos al Frente de Todos, de Alberto Fernández- continúan con los contactos que comenzaron el día después de las PASO del 11 de agosto, cuando Monzó felicitó al candidato kirchnerista, favorito para llegar a la Casa Rosada.
En reserva, los referentes de la mesa chica monzonista -Silvia Lospenatto, Sebastián de Luca, Nicolás Massot (de licencia en la Cámara baja), Marcelo Daletto, entre otros- coinciden con la visión de su jefe de cara al futuro, con la derrota de Macri como hipótesis principal. «Hay que buscar acuerdos para la Argentina que viene, estar abierto al diálogo y la moderación», dicen en el espacio compartido.
Elisa Carrió y María Eugenia Vidal aparecen subrayadas como las primeras figuras de Cambiemos con las que Monzó se siente más que incómodo. «Claramente, con Carrió no nos une el futuro», afirma otro de los hombres cercanos a Monzó, que recuerda los sucesivos ataques y acusaciones de la líder de la CC-ARI, relacionadas con sus «arreglos» con el peronismo y también con cuestiones personales, como su denuncia de «no dejarla hablar» en el recinto. La reciente embestida de la fundadora de ARI hacia Rogelio Frigerio -de permanente diálogo con Monzó- terminó de convencer a los referentes de ese espacio sobre la imposibilidad de seguir juntos.
Si con Carrió las diferencias parecen irreconciliables, el vínculo con Vidal también parece roto. «Ya no le tenemos respeto ni ganas de convivir», define un monzonista convencido.
El referente niega que la discusión cara a cara entre Vidal y Monzó por las listas -el espacio se quedó sin lugares para renovar las cuatro bancas que actualmente ocupa en la Legislatura bonaerense- sea el motivo principal de la discordia. «Fue una gestión mediocre y encima perdió en todos lados con 70 municipios propios», agregan, por si faltaban mayores aclaraciones. Cerca de Vidal devuelven gentilezas: insisten en que fue Monzó el que llegó a esa reunión sin interés por acordar y con el deseo de «victimizarse» para preparar su salida.
Además de Carrió y Vidal, Monzó -que en diciembre comenzará sus vacaciones- espera que tanto en Pro como en el Congreso haya «renovación». En el partido da por descontado que no estará la actual conducción, alineada a Marcos Peña y encabezada por el misionero Humberto Schiavoni. «Si hay alguien de Horacio ahí, sería otra cosa», aclaran.
La mención a Horacio Rodríguez Larreta no es casual. El jefe de gobierno porteño, con altas chances de reelección, es visto por el espacio como el eventual líder de la reconstrucción de un espacio «menos confrontativo y antikirchnerista» que el actual. El radical mendocino Alfredo Cornejo en lugar de Mario Negri en la conducción del futuro interbloque en Diputados, y el larretista Álvaro González en lugar de Cristian Ritondo (cercano a Vidal) en el bloque Pro son las otras dos apuestas del espacio monzonista. Con Martín Lousteau hay, también, un vínculo aceitado, con la vista puesta en la política que viene.
Mientras desde el monzonismo ven con expectativa la eventual llegada de dirigentes con pasado compartido, como Felipe Solá o Florencio Randazzo, cerca de Alberto Fernández combinan prudencia con un guiño. «Harán la suya, sin que les ofrezcamos nada. Pero el peronismo siempre sale en auxilio del vencedor», ironiza un estrecho colaborador de Fernández, el antiguo profesor de Derecho del presidente de la Cámara baja.
fuente LA NACION