Por el colapso político, social y económico de Venezuela, en 2018 la migración venezolana a la Argentina se incrementó en más de 100%. Según registros del Ministerio del Interior, a lo largo de 2018 fueron otorgadas 70.531 radicaciones temporarias o permanentes. Sin embargo, algunos de los que vinieron en busca de mejor calidad de vida, estabilidad económica y seguridad social actualmente están desempleados y frente a una gran incertidumbre. Según la Asociación de Venezolanos en la República Argentina (ASOVEN), hay unos 1.000 venezolanos que se quieren ir del país porque sienten que están viviendo un déjà vu, una historia repetida”, le relatan a Infobae.
Estas son dos historias de esos miles de venezolanos que en la Argentina sintieron que habían encontrado un nuevo hogar, aprendieron a amar al país y sus costumbres, pero hoy piensan en irse.
Hace exactamente dos años que este barbero nacido en Falcón -uno de los 23 estados que conforman Venezuela- pisó el suelo argentino con una valija llena de sueños y proyecciones. “Mis amigos venezolanos me habían comentado lo bien que se vivía en Buenos Aires, la calidez de la gente, su cultura y las oportunidades laborales, así que me vine con algunos ahorros”, le cuenta a Infobae.
Antes había pasado tres años en Bogotá, Colombia, tras haber dejado su país natal en 2015. “La situación sociopolítica en Venezuela impulsó mi emigración a pesar del dolor del desarraigo. Todo empezó a complicarse a partir de 2014: primero las restricciones cambiarias de la compra de moneda extranjera, luego la salida de empresas importantes, y más tarde la convulsión social… algo similar a lo que veo que sucede ahora en Buenos Aires”, dice con amargura.
En Venezuela quedaron sus padres y su hermana menor. En Buenos Aires, Shail se instaló en el barrio de Villa Ortúzar y no tuvo que buscar mucho, a los tres días de llegar consiguió trabajo en la prestigiosa barbería Il Figaro, donde tuvo como clientes a importantes figuras de la música y el fútbol. “Amo este país, la comida, la gente, y ni hablar de mi trabajo, pero hace meses que siento que el dinero cada vez vale menos, y me da temor que suceda lo mismo que sucedió en Venezuela”.
Shail es monotributista, tiene el DNI de extranjero, y sus ingresos rondan los 55.000 pesos mensuales. Alquila con su hermano por unos 18.000 mil pesos. “Antes tenía algo de capacidad de ahorro, ahora es casi imposible. Vas al supermercado y todo aumenta… es un descontrol cambiario”, admite.
Antes de la llegada de la pandemia, Shail pensaba traer a su familia a vivir con él a Buenos Aires, ahora es él quien quiere abandonar el país. “La crisis social y política complicó los planes, así que seguramente vaya de visita y luego me mude a Europa. Soñaba con tener mi propio espacio, pero si el dólar continúa subiendo no veo futuro aquí”, dice con cierta decepción y tristeza. “Estoy más que agradecido con la Argentina, es un gran país… y ojalá se resuelva la situación pronto”.
Esta joven emprendedora se enamoró de la Argentina en unas vacaciones en 2014. Nacida en Maracaibo, Vanessa trabajaba para el grupo Inditex -empresa española dueña de las gigantes Zara y Massimo Dutti, entre otras- y “tenía un buen puesto, gran ambiente laboral y estaba haciendo carrera”, recuerda. “Pero debido a las restricciones políticas la compañía debió dejar el suelo venezolano”, se acuerda del inicio del colapso.
Con la indemnización que cobró compró un paquete turístico con destino a la Isla Margarita, allí conoció varios argentinos que la invitaron a emigrar. “La realidad es que todo mi país estaba convulsionado, con protestas en las calles por las medidas sociopolíticas que afectaban día a día a los habitantes. No tenía mucho que perder y sí tenía muchos sueños por cumplir, entonces tomé mis cosas y me fui sin contactos ni referencias», relata.
En septiembre de 2015 arribó a Buenos Aires, alquiló una habitación en Capital Federal, y salió a buscar trabajo. “Conseguí rápido como empleada de una tienda de ropa por mi cv. Al poco tiempo pude alquilar mi departamento propio en Recoleta, algo impensado para una joven de mi edad en Venezuela”.
Vanessa siguió proyectándose en la capital argentina. “Hice de este país mi casa, con amigos, contactos y viajes”, dice. Inclusive se animó a emprender su propio negocio, porque era parte de su sueño. “Decidí asociarme para abrir mi primer local de ropa para mujer Valenssia. Vi un espacio en Palermo, lo remodelé entero con parte de mis ahorros, y al tiempo empezaron los problemas burocráticos como los impuestos altos, el registro de la habilitación, y ni hablar problemas con los proveedores que modificaban sus precios día a día. Fue frustrante ver las trabas que se le ponen a los emprendedores. Empecé a ver el lado b». Sin embargo no se rindió.
En diciembre de 2019 su negocio estaba listo para abrir. Lo hizo un par de meses, y llegó la pandemia obligando al cierre. Sin embargo, no se quedó quieta y llevó sus productos al mundo digital, pero no alcanzó con las ventas. “Tuve que rescindir el contrato del local porque no iba a seguir manteniendo un espacio sin trabajarlo, sin dinero no podía hacer crecer la página web”.
Sin bajar los brazos quiso buscar otra salida. “Estas restricciones de cuarentena se extendieron más de la cuenta”, aclara. En estos meses de pandemia creó un negocio de arte digital para vender cuadros. «Me estaba yendo bien, aunque ahora es imposible vender algo en esta crisis económica sumado a los impuestos… esto me remite a mi Venezuela de 2014″, reconoce. Y con tristeza asegura que le surge la pregunta: “¿Estoy en Venezuela o en Argentina? Es como un déjà vu”.
Vanessa no deja sus sueños atrás. Por eso quiere emigrar. Aún no sabe adónde. “Es una decisión que no quise tomar, es difícil volver a empezar de cero como lo hice hace seis años, pero si no lo hago una vez más me va a condicionar mi futuro. Yo lo intenté, ojalá nos volvamos a cruzar. Mi relación con la Argentina termina aquí«.
Fuente: info K