Se quejan por el atraso de los pagos acordados: «Nosotros también sufrimos la inflación». Escándalos del renunciado Insaurralde y Rigau
Los punteros ven desmedro por Rigau e Insaurralde
Es un submundo que funciona en la superficie y a la vista de todos. Ofrece servicios a la mayoría de los espacios políticos, aunque sus clientes más importantes suelen ser los oficialismos.
Si bien aceptan que cumplen una tarea marginal, los punteros se ofenden si se los relaciona con una actividad delictiva. Defienden su trabajo y hasta lo consideran un oficio.
No robamos, dicen los punteros
«No le robamos a nadie ni amenazamos a nuestros vecinos para que nos acompañen cuando los convocamos. Es cierto que lo que hacemos es marginal y nos pagan en negro o con contratos. Pero también hacemos una tarea social porque para llevar y traer gente, que en general son los que menos tienen, les damos una ayuda que puede ser económica o alguna obra que mejore la calidad de vida en sus barrios», describe Jesús, como pide que lo llame Clarín a pesar de que no es su verdadero nombre.
Jesús dice tener 49 años aunque aparenta bastante más. Tiene la piel lastimada y ojos de búho. Se viste como si fuera albañil, aunque reconoce que desde hace mucho tiempo se dedica exclusivamente a ser puntero. Es muy conocido en dos municipalidades del Oeste del GBA, ambas peronistas. Entre él y su familia tienen ocho contratos.
A través de Jesús y con la ayuda de un funcionario municipal, este diario contactó a F.T, otro puntero que siempre «operó» en el Conurbano Sur pero sus últimos trabajos fueron en La Matanza.
Pero se necesita dinero…
F.T. se jacta de poder llenar 30 micros para un acto. «Si me dan recursos, te puedo armar una logística para llevar a votar 1.000 personas», pechea. Pero aclara: «Soy honesto y siempre les advierto a los que ponen la tarasca que no garantizo que el voto de mi gente vaya para ellos».
Ambos coinciden en que para hacer bien su trabajo se necesita plata. Mucha plata. Remarcan que las condiciones cambiaron con la Pandemia. «Antes de la peste podíamos pedalear o mover a la gente de fiado. Cuando cobrábamos, la repartíamos. Pero ahora todos la quieren viva. ¿Por qué te pensás que cayó Chocolate?», interpela Jesús con ironía.
Un tercer puntero, que estuvo a punto de ganar una banca como concejal en un municipio que no es de los más grandes de la Primera Sección Electoral, agrega que su trabajo entró en tensión tras las caídas de Martín Insaurralde y de Chocolate Rigau.
Impacto de Rigau e Insaurralde
«El impacto entre los políticos fue tremendo. Entraron en pánico a la hora de pagar. El mecanismo no tiene demasiadas vueltas. Alguien del municipio le tiene que dar a otro alguien una bolsa llena de guita negra. Si te para un cana que no transa, estás puesto. Hay que trasladarla y luego repartirla. Desde que cayeron Chocolate y, sobre todo, Insaurralde, esa cadena de pagos se cortó o se encarajinó», indica.
Consultado por esto último, F.T. dice estar de acuerdo. «El quilombo se arma cuando cae un ‘poronga’ (por Insaurralde), no tanto con un ‘cornalito’ (por Chocolate Rigau). En definitiva, la guita grande que nos bajan las autorizan los porongas. Si pierde uno de ellos a todos se les frunce. Y está bien que así sea», manifiesta.
Pero por más pornográfico y mediático que sea el escándalo, los punteros se muestran confiados y no temen demasiado por su trabajo. «No es la primera vez que pasa ni será la última. El poder es el vicio más poderoso. A la mayoría de estos tipos no les entra una bala. Si creen que pueden perder ese poder, nos van a venir a buscar igual».
Clarín