Nadie lo hubiese podido predecir algunos años atrás, pero el menemismo está de vuelta. No como fuerza política con chances de ganar elección alguna -ni siquiera una provincial-, sino como corriente de pensamiento, en parte sincera y en parte nostálgica-irónica, revindicada por sectores cada vez menos minoritarios de una sociedad fatigada tras once años de gobierno de la misma fuerza política (y progresivamente empobrecida a causa de una economía hiper-inflacionaria).
Desde las recientes declaraciones del ultra-izquierdista Humberto Tumini de que «Menem había hecho algunas cosas bien» hasta el regreso con gloria del escritor Jorge Asís, años desterrado por su cercanía con el riojano, pasando por manifiestos artísticos que comparan al menemismo con «una fiesta de cumpleaños en la que el anfitrión está contento y quiere que todos la pasen tan bien como él», todas estas señales parecen apuntar a una opinión publica que pide, quizás no necesariamente «que vuelva Carlos», pero al menos que se acabe con su demonización, un proceso que comenzó incluso antes de que terminara su segundo mandato, y que tuvo al matrimonio Kirchner, ellos mismos menemistas de la primera hora, como sus principales promotores.
Para hablar sobre este fenómeno, Infobae habló con la periodista y escritora Sylvina Walger, autora del emblemático «Pizza con champán», best-seller que definió la década del 90 y que retrató al gobierno de Menem en todo su impúdico esplendor.
-Hace un par de semanas se cumplieron 25 años de que Carlos Menem llegara a la presidencia de la Nación. ¿Qué le produce recordar esa época ahora?
Bueno, en ese momento, el menemismo me provocaba ganas de tomar pastillas y morir. Era una monstruosidad, gente sin trabajo y un hombre mamarrachesco como presidente. Tenía épocas en las que caía en depresiones grandes, me dolía el hecho de que todo lo que parecía estaba reservado para este país eran militares o peronistas. Sin embargo, de saber que lo que iba venir después era el kirchnerismo, me lo hubiese tomado un poco más a la ligera y hasta lo hubiese apreciado un poco.
-¿Lo conocía bien a Menem cuando llegó a la Rosada?
Sí, estaba bastante familiarizada con él, porque yo estaba en Ámbito Financiero en ese momento y tuve que cubrir toda su campaña. Nunca me entusiasmó. Yo venía de Montoneros, y mi idea era que peronismo nunca más, porque Perón nos había decepcionado.
-Es la autora de Pizza con champán, uno de los retratos definitivos de la época. ¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?
Yo trabajaba con Antonio Gasalla en su programa de televisión, seleccionaba material de la actualidad para el monólogo. Él me dijo un día: «Mira la carpeta que tengo de tus cosas, ¿por qué no hacés algo con esto?» Yo hacía tiempo que quería hacer algo con las crónicas que había escrito en Página/12, y Antonio fue quien me dio el empujón. En Página/12 nunca me hubiesen alentado a hacerlo, en esa redacción estaba la gente más mala y resentida que conocí en mi vida… Fijate que cuando se murió Susana Viau no fue casi ninguno de sus ex compañeros al entierro.
-Usted en el prólogo del libro explica que la escritura del libro fue producto de su «cansancio moral» con respecto a la época, pero al momento de su salida, en 1994, la sociedad argentina estaba todavía embelesada con Menem.
Sí, estaba embelesada, pero por los créditos que había sacado. La clase media todavía no se había dado cuenta del descalabro económico, los pobres sí, ellos ya habían empezado a pagar los platos rotos de las privatizaciones y el uno a uno.
-¿Cómo fue la reacción del gobierno tras el lanzamiento del libro? Porque a Menem nunca parecieron importarle muchos las críticas…
Exactamente, no fue nada mala la reacción, y hasta quedé en buena relación con gente de su gobierno, a pesar de todo lo que escribí de ellos. Con decirte que he ido a comer a la casa de (Carlos) Corach, a quien admiro profundamente. Porque hay que decir una cosa: Menem se rodeó de gente inteligente, te gustara la ideología que tuviesen o no. En mi caso, yo no hubiese ido ni a la esquina con la mayoría de su gabinete, pero era todo gente con currículum. Los kirchneristas llamaron a sus primos para gobernar. En Menem reconozco un Guido di Tella, un Jorge Asís. Ahora tenés a Kicillof, que no es solo que no pueda bajar ni un poco la inflación, ¡es que ni siquiera la reconoce!
-¿Y cómo se tomaron desde el kirchnerismo su biografía sobre la Presidente?
Estoy prohibida desde el momento de su salida, año 2010. Te doy un ejemplo: me habían ofrecido hace un tiempo trabajo en el house organ de Techint, algo que me venía muy bien porque estaba sin laburo. Estaba todo listo para incorporarme y de pronto recibo una llamada, no de la persona con quien venía hablando sino una secretaria, que me avisa que habían cambiado los planes de la empresa y que ellos me iban a llamar cuando me necesitaran. Por supuesto, no supe más nada. ¿Qué pasó en el medio? El desembarco del gobierno en el directorio de Siderar, de Techint.
-De todas formas, esa sensación que se vivía hace un par de años de que el oficialismo era invencible ya no existe más, cuando se pensaba en la re-re de Cristina y Aníbal Fernández decía que había kirchnerismo hasta el 2030. ¿Cómo se explica la decadencia actual del gobierno?
Por la ineptitud. Porque pusieron a gobernar a un país a sus amigos. No llamaron a nadie que entendisese algo. Ahora lo único a lo que se dedica el gobierno es a versear, ni siquiera existe la intención de arreglar algo, solo quieren no se note que estamos rotos, algo imposible a esta altura.
-Hay en la actualidad una suerte de revaloración del menemismo, o al menos ya no parece la mala palabra que era antes. ¿La sorprende eso?
No, no me sorprende. El otro día Nelson Castro dijo una cosa que es tal cual: «Menem pedía la coima, Kirchner buscaba la manera de quedarse con la empresa». Creo que, además de la corrupción, se va a recordar del kichnerismo su implacable autoritarismo. Menem era un hedonista, no estaba para el comisariato ideológico. Le gustaba pasarla bien, no tenía nada que ver con el plan macabro actual. El kirchnerismo es la esencia de la doble moral, del desprecio por el que piensa distinto. Además, destruyó una de las pocas cosas admirables de este país, como lo eran los organismos de Derechos Humanos. Se aprovecharon de ellos y encima pusieron a Carlotto a aplaudir a Cristina en sus actos. Y como si fuera poco ahora crearon esto del pensamiento nacional con Forster…
-¿Lo conoce a Ricardo Forster?
-Sí, lo traté mucho cuando yo trabajaba en la revista La Maga, a principios de los 90. Un tipo intrascendente pero muy formado, un nihilista que en el pasado no le hubiese regalado ni un minuto a alguien como Néstor Kirchner. Su designación es el premio por ser tan chupamedias, esa secretaría no resiste ningún otro análisis.
-Para terminar, usted mencionó recién a Néstor Kirchner, ¿tuvo trato con él alguna vez?
Sí, compartimos una mesa en lo de Mirtha (Legrand). Esto fue cuando el menemismo se estaba terminando, en declinación absoluta, y me felicitó por el libro.
-¿Le dijo si lo había leído?
Sí, me dijo que lo había leído. Y que se había reído mucho.