Todos los que vieron a quienes gobiernan perdidos y sin rumbo durante las últimas semanas, tuvieron razón. Así deambuló Cristina Kirchner apenas se dio cuenta de que el «Patria o Buitres» no servía ni para una módica mejora en las encuestas. El dólar empezó a subir, las reservas a caer y lo único que se le ocurrió es ir por más con una nueva Ley de Abastecimiento destinada al fracaso y blindarse políticamente en el Congreso de la Nación.
Sin embargo, cierta racionalidad volvió al estrambótico gobierno de los argentinos, tal como puede leerse en el reportaje que el empresario kirchnerista Gerardo Ferreyra, vicepresidente de Electroingeniería, le dio el viernes a la kirchnerista revista Veintitrés. Asombra la honestidad con la que habla el cordobés que estuvo preso 9 años y algunos sindican, con cierta malicia, como el «David Graiver del PRT«, aludiendo al banquero que blanqueó el dinero que los Montoneros obtenían de los secuestros a empresarios.
En Veintitrés, Ferreyra reconoce que «estamos en una transición política» y también en «unatransición económica«, pasando de una etapa donde había que satisfacer al consumo para pasar a otra en la que hay que invertir en desarrollo. Falta que diga que durante todos estos años no se hizo nada en serio en este país, pero lo sugiere al mencionar el grave déficit energético. Y dice que «yo creo que en dos años, Argentina despega y crece fuerte». Clarísimo. De aquí a dos años, o sea hasta que cambie el Gobierno, no queda más que sufrir.
Ferreyra aborda todos los temas. Sobre la deuda externa, dice que «la política de desendeudamiento que hizo Néstor Kirchner fue extraordinaria». «Ahora, con lo de los buitres, quizás se tendría que haber ido antes a establecer una sede pago en un país neutral». Es la autocrítica más fuerte que ningún kirchnerista aceptó jamás desde que la Corte Suprema de los Estados Unidos anunció que no tomaría el caso en disputa en los tribunales neoyorkinos, sorprendiendo al Gobierno sin un plan B. Agregó que «a la larga, (este asunto) va a terminar bien». Sí. A la larga. Pero, ¿mientras tanto? Ya lo dijo en el reportaje: hay que esperar dos años.
Sigue. Cuando el periodista le pregunta sobre la coyuntura, da alguna vuelta sobre los revolucionarios de 1810 y la contrarrevolución que defendía al imperio español, pero Ferreyra enseguida va al punto.
-La pulseada hoy pasa por el nivel de reservas del BCRA, y eso hace a la gobernabilidad.
He aquí el quid de la cuestión. Cristina Kirchner y Kicillof recuperaron la cordura. Desplazaron la pavada atómico/épica por la racionalidad económico/contable. Saben que si no logran fortalecer las reservas, perderán las batallas contra el dólar. Y no sólo perjudicarán la gobernabilidad, sino el mismísimo negocio de Electroingeniería, que se había comprometido empezar las obras de las represas Kirchner y Cepernic con financiamiento chino el 19 de julio, y ahora padecen una «demora técnica en el desembolso», según los propios dichos del empresario K a Veintitrés. Estamos hablando de la obra de infraestructura más importante de la década, que obtuvo un crédito de los chinos por 4.700 millones de dólares.
Pero el 1º de agosto la agencia Dagong Global Credit Rating, la calificadora de riesgo crediticio china, lo expuso así: «Argentina violó la voluntad de los tenedores de bonos al incumplir los pagos en tiempo y en su totalidad», causando «pérdidas materiales a sus acreedores», evidenciándose «el fracaso del gobierno de la Argentina para pagar el interés de los bonos». O sea, nada de créditos para las represas.
El Gobierno –y el mismísimo Ferreyra en su cuenta de twitter @ferreyragerardo– podrá decir que los medios mienten, pero desde que esa noticia se conoció, Cristina Kirchner primero se deprimió, luego prometió ir por más y lo hizo a Kicillof abandonar el proyecto político presidencial en la que ella misma lo había embarcado. Hasta que en un despacho específico de la Casa Rosada se empezó a consolidar una nueva estrategia, gracias al asesoramiento, justamente, de Ferreyra. Es lo que se comenta en círculos peronistas del interior, por lo menos.
Algo de eso debe haber, porque Kicillof emprendió un raudo e inesperado viaje a Brasilia, donde se reunió con su par, Guido Mantega, aparentemente buscando acordar un «swap monetario», similar al que concretó con China, y hoy mismo está viajando a Beijing a ablandar la mano crediticia de los chinos.
EL GOBIERNO SABE QUE SI NO LOGRA FORTALECER LAS RESERVAS, PERDERÁ LAS BATALLAS CONTRA EL DÓLAR
Notable cambio. Hasta la semana pasada, nos comíamos los buitres crudos y no importaba imprimir billetes a lo lindo. Hoy buscamos fortalecer las reservas. Y viajamos apurados a China para ver si, además de que nos respalden en la ONU, logramos convencerlos de que no estamos en default, como dice su propia calificadora de riesgo, reproduciendo lo que ya dijeron Standard & Poor’s o Ficht o Moody’s, por nombrar algunas. Falta que Cristina diga que «no sabía que el mundo estaba tan globalizado», y hacemos bingo.
El viernes, el Banco Central admitió que solicitará al Gobierno chino el desembolso de 1.000 millones de dólares de los 11.000 que figuran en el acuerdo de permuta o swap de yuanes por pesos que se firmó cuando el presidente Xi Jinping viajó a la Argentina. Nada garantiza que China lo acepte, y mucho menos que sea rápido. Los chinos no entienden de urgencias. Vienen promoviendo la profundización del vínculo con la Argentina más o menos desde cuando Kicillof estaba en el jardín de infantes, por lo que se descuenta que lo escucharán con gran interés. Y mesura.
En principio, es imposible para los ciudadanos de a pie saber exactamente la actitud que tomará el Banco Popular Chino, la contraparte del BCRA. Por empezar, no se conoce el contrato. El Gobierno dice que este es distinto al firmado en el 2009, en el sentido de que no hay cláusula de «cross default», pero la verdad es que nadie lo ha visto. Lo único que trascendió es que ya le costó a las reservas 205 millones de dólares cash – «tiki take», fue lo que dijo un funcionarios del Central–, que China exigió para estampar su codiciada firma.
Al igual que sucede con todos los acuerdos desde que Kicillof es Ministro, empezando por el firmado con Chevron, pasando por el de Repsol y Club de París, tampoco fueron colgados en las páginas web oficiales los firmados para el Belgrano Cargas y las dos represas de Santa Cruz. Es decir, no se sabe si incluyen o no cláusulas que hacen imposible su ejecución cuando el país incumplió alguna otra deuda. El Gobierno repite que nada de eso figura, pero entonces, ¿por qué no lo muestra?
CRISTINA KIRCHNER PRIMERO SE DEPRIMIÓ, LUEGO PROMETIÓ IR POR MÁS Y LO HIZO A KICILLOF ABANDONAR EL PROYECTO POLÍTICO
En una conferencia del EMTA, una consultora en mercados emergentes que sesionó en Buenos Aires hace pocos días, dos norteamericanos aseguraron haber conseguido copia del crédito para la realización del Belgrano Cargas y del contrato para la financiación de las represas, ambos con cláusulas de «cross default». A falta de información transparente, cada uno hace lo que puede para obtenerla.
El jueves, en el Club Francés, Terrence Cheki, ex vicepresidente de la Reserva Federal de Nueva York y en tanto responsable de asuntos internacionales, experto en deuda externa argentina, escuchó largamente a un granado grupo de economistas argentinos que fueron reunidos por el ex embajador en Washington, Eduardo Amadeo. Javier González Fraga, Mario Blejer, Alfonso Prat Gay, Guillermo Nielsen y Daniel Marx expusieron su visión igualmente pesimista del tiempo que queda de aquí, a dos años.
Cheki quiso saber por qué no ayudaban al Ministro con propuestas concretas. Le explicaron los variados intentos, con el fracasado plan de la banca argentina incluido. Abrumado, Blejer dijo que cuando se encuentra con Kicillof, el Ministro concluye con un «vos no entendés nada«, cada vez que le acerca alguna idea. Y cuando el americano le preguntó qué era lo que buscaba Kicillof, no supo qué decirle. Pragmático, Cheki dijo que «los países deben saber a dónde quieren ir para poder resolver sus problemas».
La fuente peronista consultada para esta nota asegura que Cristina Kirchner y Kicillof solo están en una desesperada búsqueda de tiempo. Otra más. El único problema que tenemos los argentinos es que el 10 de diciembre de 2015 se cumplirán doce años y medio de buscadores compulsivos de tiempo, de adictos a patear todo para adelante. Cuando dentro de dos años todo despegue y vuelva a crecer, como dice el empresario kirchnerista Gerardo Ferreyra, ya no quedará ni alfombra donde ocultar la basura que se quiso ocultar durante tanto tiempo.