El premier Abe realizó ayer una visita a un santuario en Tokio, que Beijing considera un símbolo de las atrocidades cometidas por el ejército nipón durante las guerras de ocupación del Siglo XX.
En un gesto nacionalista que sonó a provocación, el primer ministro japonés Shinzo Abe realizó ayer una visita homenaje al polémico santuario de Yasukuni, lo que despertó la cólera de China y Corea del Sur, así como la crítica de Estados Unidos, dado que para sus vecinos el lugar es un símbolo de las atrocidades cometidas por el ejército nipón en las diferentes guerras de la primera mitad del siglo pasado.
Yasukuni, ubicado en el corazón de Tokio, es un monumento imperial donde se rinde homenaje a los soldados caídos en distintos conflictos bélicos, incluida la II Guerra Mundial. Pero tiene mala reputación en la región del Pacífico, porque incluye los nombres de criminales de guerra que actuaron sanguinariamente en la conquista de territorio chino y coreano. Según las estimaciones de los historiadores, el Ejército japonés asesinó a más de 20 millones de personas en Asia antes y durante la II Guerra Mundial, en la cual actuó bajo la alianza de las Potencias del Eje, conformado por la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini.
Abe, un conservador de convicciones nacionalistas, no podía haber ignorado las consecuencias de un gesto de esta índole, teniendo en cuenta que las relaciones de su país con China y Corea del Sur están marcadas por los crímenes, violaciones y otras barbaridades protagonizadas por las tropas niponas durante la colonización de la península coreana (1910-1945) y la ocupación parcial de territorio chino (1931-1945).
Por eso, la respuesta del gobierno de Beijing fue tan contundente al expresar su “ cólera ante los dirigentes japoneses por su desprecio hacia los sentimientos del pueblo chino ”. “La esencia de las visitas de los funcionarios japoneses al templo Yasukuni es glorificar la historia de la agresión militar y de la dominación colonial del Japón”, sostuvo el vocero del ministerio de Relaciones Exteriores, Qin Gang.
Las palabras del director general del Departamento para Asuntos Asiáticos chino, Luo Zhaohui, fue más amenazante: “Japón deberá atenerse a las consecuencias” por esta actitud de su jefe de gobierno. “Ha causado mucho mal a los pueblos de Asia ”, aseguró.
Para Corea del Sur, la acción de Abe fue anacrónica y escandalosa. “La visita ensalza las agresiones coloniales de Japón y honra a los criminales de guerra”, criticó el ministro de Cultura, Yoo Jin Ryong. “ La visita daña profundamente la estabilidad y la cooperación en el noreste de Asia”, destacó el funcionario.
Estados Unidos, en tanto, se sintió tocado por partida doble. En primer lugar porque agrava la crisis en la región del Mar de la China, donde tiene sus alianzas. Y en segundo lugar porque en el santuario de Yasukuni se incluyó al general Hideki Tojo, primer ministro de Japón durante el ataque a Pearl Harbor, que provocó la entrada de los estadounidenses a la guerra en 1941. “Japón es un aliado valioso y un amigo. Sin embargo Estados Unidos está decepcionado de que los dirigentes japoneses hayan tomado esa iniciativa que va a exacerbar las tensiones con los vecinos de Japón”, afirmó a través de un comunicado la embajada estadounidense en Tokio.
Ante las críticas, Abe intentó suavizar el episodio asegurando que no quiso herir los sentimientos de sus vecinos. “Es un malentendido pensar que esta visita significa venerar a criminales de guerra. No se trata de eso. Simplemente he ido al santuario a presentar mis respetos con motivo de mi primer año en el cargo”, dijo el primer ministro. Y agregó que el propósito era demostrar que su país “nunca volverá a participar en ninguna guerra”. Incluso hizo público un comunicado titulado “Compromiso con la paz eterna” en el que pidió la “comprensión” de todas las partes implicadas.
Pero el gesto de Abe ocurre en un momento de evidente tensión en el Pacífico norte, en el cual las relaciones entre Beijing y Tokio se encuentran en uno de sus puntos más críticos de las últimas décadas a causa del conflicto por el archipiélago Diaoyu/Senkaku, que administra Japón y que China reclama como propio.